Tan lejos, tan cerca
(Autobiografía)
Adolfo Marsillach
Tusquets (Fábula)
Barcelona, 1998


Esta obra, que fue ganadora del XI Premio Comillas de biografía, memorias y autobiografía, es un libro que, a pesar de su fecha de publicación: 1998, tiene la actualidad de un testimonio vivo y palpitante, aunque su autor haya fallecido en 2002, dejando un vació profundo en la escena y el cine español por su carácter excepcional de talento puesto al servicio de las artes escénicas.

Leer la autobiografía de este extraordinario director y actor teatral, aunque también tiene en su haber una excelente carrera cinematográfica, es un doble placer: primero, porque a través de las 574 páginas, amenísimas, lúcidamente irónicas y demoledoramente sinceras, transita todo el mundo teatral, televisivo y cinematográfico de las décadas que van de los cincuenta hasta finales de los noventa que es cuando decide escribir estas memorias; y, segundo, porque el inteligente y mordaz análisis que hace Marsillach del mundo teatral, de los directores, actores, empresarios y demás figuras relacionadas con ese apasionante y variopinto laberinto en el que se entrecruzan desde primeras damas del teatro, hasta la aspirante actriz; y desde el director más consagrado, hasta el dramaturgo, o aspirante a serlo, en una amalgama que le proporciona al lector unas horas inolvidables de diversión, conocimiento del mundo teatral y televisivo de la época y, sobre todo, llega a vislumbrar el auténtico cariz de muchas y conocidas figuras de la escena que desfilan por esta autobiografía dejando la estela de su personalidad peculiar, a través del conocimiento profundo del autor de este volumen de memorias que nos hace creer estar viendo a los personajes a los que retrata de forma magistral, con esa dosis de ironía y la capacidad analítica y descriptiva que sólo la inteligencia puede otorgar.

Marsillach no deja títeres con cabeza, aunque no hay en él resentimiento, ajuste de cuentas ni deseo de cobrar factura a sus posibles enemigos. Sólo hay un derroche de sinceridad y lucidez que se enfrenta a sus fantasmas del pasado para intentar componer ese rompecabezas fragmentario que es siempre toda memoria personal, para ir colocando en su sitio a cada figura de amigo o enemigo y darle el valor testimonial que, quien ha vivido tanto y tan intensamente, puede otorgar a sus relatos, a sus vivencias que toman ante el lector el carácter de documental y de auténtico y verídico testimonio de quien ha estado inmerso en todos y cuantos episodios relata, sin el menor atisbo de pudor, pero sin ningún deseo de ofender.
Cuenta la verdad que vivió y lo hace con la misma naturalidad con la que salía al escenario, dirigía una obra o interpretaba una película. No necesitaba nunca usar la careta impostora de quien no era, porque todos sus personajes representados y sus montajes tenía siempre la nota distintiva de la verdad, de la sinceridad con la que cumplía su oficio de actor-director, además de guionista, y a través del que vivía su pasión, su respeto y admiración por el teatro, por la interpretación, porque en Marsillach no había impostura ni siquiera cuando interpretaba un personaje de ficción.
No sólo habla de sus experiencias profesionales, sino también de su movida y apasionada vida sentimental y lo hace con respeto hacia las mujeres con las que estuvo unido, aunque no deja por ello de definir bien cuál le ha dejado un buen recuerdo y cuál no. No intenta halagar a ninguna, sólo cuenta su vida y sus amores con la misma naturalidad que los vivió, aunque no tiene reparo en reconocer que tuvo una vida “golfa”, como la define en ocasiones, sin tapujos ni hipocresías.
Su trayectoria profesional, jalonadas de éxitos, es una de las más importante del teatro y cine español. Intervino en series televisivas como Silencio se rueda, La Señora García se confiesa o, la más importante de todas, Ramón y Cajal.
Aunque colaboró con el teatro oficial, tuvo una importante dedicación al teatro independiente en la sociedad franquista que le permitió compaginar el teatro llamado comercial con el que verdaderamente le interesaba, por lo que su labor en ambos campos fue excepcional. En 1978 creó el Centro Dramático Nacional, entre 1989 y 1990 dirigió el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música y en 1985 creó la Compañía Nacional de Teatro Clásico, lo que da una idea de la importancia que su figura tiene en la historia del teatro español.
Aunque su ideología se fue decantando por la izquierda, nunca tuvo problemas con el régimen franquista porque su condición de hombre no implicado en la política no supuso nunca un problema para aquél, que lo consideraba un hombre no comprometido ideológicamente, quizás por ese deseo suyo de no llamar la atención si no era involuntariamente.
Esta obra, aún catalogada y a la venta, es indispensable para quien desee conocer mejor el mundo teatral de la segunda mitad del siglo XX y a una de sus figuras más representativas que nos muestra con toda sinceridad el mundo que le tocó vivir, disfrutar a ratos, y sufrir en muchos de ellos, con la inteligencia de quien sabe que cuando ya se está al cabo de la calle, no compensa mentirse a sí mismo ni a los demás y, por ello, se desnuda intelectual y vitalmente para ofrecernos este volumen autobiográfico que merece, sin duda alguna, el premio que le fue concedido por su calidad, su rigor y ese humor sutil, tierno, a veces, pero siempre a caballo de la más absoluta coherencia vital, que era el estilo con el que este gran hombre de la escena nos da su último y definitivo mutis por el foro.

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